viernes, 19 de octubre de 2007

¡Me alegro de haber nacido en un país que aún era pobre!



Utilizamos mucho la palabra cultura, nos parece algo que nos trasciende, relacionado con nuestros orígenes, y que deja un poso en nuestras acciones, actitudes y forma de ver el mundo. La tratamos de una forma cualitativa, y en muchos casos utilizamos adjetivos cuantitativos: mucho, poco.


El caso es que la cultura viene a ser una estructura que nos hace pertenecer a una sociedad, y da sentido a muchas de nuestras actitudes. Algo que se aprende con educación, y que continúa hasta nuestra pérdida de memoria, vergüenza, justo en el momento de nuestra degradación más absoluta.


Cuando ves en Irlanda, a hombre sobre todo, de la edad de mis padres, ya mediando el siglo, borrachos, haciendo eses por las calles a las dos y cuatro de la tarde, te das cuenta que algo raro pasa en este país. En la imágen podéis ver la habitación de la hija de mí primera host family, un escenario, por lo que a mí respecta horripilante. Un cuarto rosa, rosa desde las paredes a los adornos, llena de juguetería barata cuya compra es siempre, sin duda, fruto de campañas de marketing magníficas, pero escaso criterio paterno.


Un cuarto de una nuña que ya comienza a ser educada en la pérdida de valores tradicionales, historia, y que cuyo imaginario se alimenta de productos de consumo fáciles, aburridos y en ningún momento cruciales para su desarrollo intelectual. Sobra decir que la madre pasa el día viendo big brother y leyendo panfletillos nacionalistas que ella nombra como Herald.


¡Me alegro de haber nacido en un país que aún era pobre!

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